• Nada que envidiarle a "The Brady Bunch"

Cuando tenía 11 años aprendí que no se puede forzar a quien no quiere a ser parte de una familia. A veces ellos sencillamente se van, dejando atrás una tromba de situaciones y afectos. A veces simplemente olvidan a aquellos con los que compartieron sus días, se van y casi nunca miran atrás.

Cuando tenía casi 16, había abrigado toda mi vida la inocente certeza de que nada habría de cambiar porque todo era perfecto tal y como estaba. Resulta que estaba equivocada, después de todo "Life isn't fair. It's just fairer than death, that's all." Y la muerte es de verdad muy injusta.

Cuando cumplí 16 creía saber el valor de cada persona a mi alrededor. Después de haberla dejado irse sin decir todo eso que me quemaba la garganta y sonaba muy parecido a una despedida, no iba a permitirme volver a cometer el mismo error. Pero como innegable parte de la especie, tropecé dos veces con la misma piedra.

A los 18 años me llevaba el mundo por delante, sabía todo lo que tenía que saber, había sufrido, reído, llorado, había encontrado a los amigos, a los enemigos, a los amores de mi vida, no podía haber nada que la experiencia no me hubiese enseñado. No hace falta aclarar que todo eso que creía saber se derrumbó en un instante cuando comprobé que las ganas de vivir son incontagiables y que no había nada en mis manos que pueda cambiar eso.

Hace 2 meses descubrí que la muerte es más fuerte y alcanza hasta a los que parecen inalcanzables.

Ahora que tengo 20 años, descubrí que familia no es esa relación establecida por los lazos de sangre. Entendí que se y nos elige. Entendí tantas cosas en tan poco tiempo que es muy difícil apalabrarlas. Hoy sé que FAMILIA es ocupar ese lugar fundamental y único, es sentirse necesario y a la vez necesitar. Es cuidar y sentirse protegido. Familia es sentirse miserables de solo pensar que falta el otro. Entendí que la felicidad la podés encontrar un domingo a las 6 de la tarde, arriba de una Partner y comiendo fajitas con 7 personas y 2 perros.

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