Las calles de Belgrano se parecían más a Venecia que a la metrópolis porteña que en realidad es. Caminaba sin rumbo abajo de la lluvia torrencial de Buenos Aires. Era esa tormenta que no te deja dormir, pero que tampoco te deja de fascinar... Estabas en una esquina, pura casualidad. No te importó hablarme de tu filosofía mientras te mojabas. Me dijiste que todo era muy complicado y que nuestras vidas no encajarían nunca, que vos querías blanco y yo, negro. Y ¿sabés qué? Tenías razón.
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