El cristal de mi verdad tiene un tinte diferente al de todos los demás. Es vagamente más claro, y me permite ver más allá de mis propios zapatos.
No es algo normal, no es fácil vivir en la mentira, sin embargo es más común de lo que creemos. El mero espejismo de creer que controlamos algo, lo incontrolable. Jugamos a ser Dios para ya no ver nuestras limitaciones, aquello que nos hace hombres, aquello que nos hace humanos, mortales, a la merced del destino. Caprichosa conciencia la que me obliga a verbalizarme.
La mentira es solo un refugio, hay gente que se refugia en su casa. Hay gente que lo hace en su vida, en su pareja, en su muerte, en su arte como el más aceptado canal aliviador de ese río incontenible que todos sin excepción llevamos dentro. Sin embargo, algunos, los más débiles, lo hacemos en la vaga ilusión de manejar la vida, aunque más no sea una ajena.
Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga. Vivimos de las mentiras que las personas que más queremos nos dicen y solo después de algunos años llegamos a ver cuan felices fuimos mientras estábamos bajo su hechizo. Vemos que fuimos desgraciados al conocer esa subjetividad tan relativa y cruel a la que llamaré de ahora en más, Verdad, a efectos de simplificarla. Invocamos al olvido y solo podemos rogar volver a ese preciso momento de ignorancia. Solo hay un problema: en el instante en que dejamos de ser beneficiarios y comenzamos a ser víctimas, no hay vuelta atrás. Tirá la factura, ese regalo no tiene cambio ni devolución. No, ni siquiera de Lunes a Viernes de 10 a 18. Economizá las lágrimas, esas también salen caras cuando no hay solución.
¿Quién puede condenarme? Todos mentimos por una u otra razón, quienes sabemos como manejar la realidad, somos pocos; quienes sabemos utilizar ese don en beneficio de todos, somos menos; quienes logran hacer feliz con las mentiras… Bueno, a nosotros se nos cuenta con los dedos de las manos. Al fin y al cabo, una subjetividad solo duele cuando es descubierta. No todo en la vida en blanco o negro, infinidades de matices se entremezclan con mis debilidades y tus fortalezas, pero nunca completamente verdaderos, renuévanse día a día, poniéndose a tono con la canción que suena en la radio.
Me gusta considerarme una adelantada, una benefactora con el poder de regalar paz, obsequiar tranquilidad, valorar la inconciencia del hombre que es feliz o por lo menos, lo parece. Creo que nací para devolver justicia a quienes no pudieron comprarla con su mera existencia. Me gusta considerarme una actriz de la vida, una herramienta en manos de la suerte o la fatalidad, y no depende de mí.
Suave calma la que me acuna por las noches y acalla solo un poco aquella persona dormida dentro de mí y que con el tiempo es más como el viento en un día de otoño, ya no se oye. Aquellas excusas que cortan las alas de nuestro bien más preciado, nuestra libertad. Aquellas soberbias máscaras que llamamos moral. Aquellas verdades que llamamos injustamente, mentiras.
..Todavia creo en cosas hermosas
2 comments:
al final lo pariste, bien por vos...
la respuesta, tarde pero seguro:
Estaba parido hace rato, sucede qe ahora vio la luz..
Post a Comment